domingo, 8 de febrero de 2009

Cronicas de la Imaginacion

CRÓNICAS DE LA IMAGINACIÓN

Se caracterizaba Shelly por ser una de las personas mas extravagantes que he conocido. Era pelirroja y de procedencia inglesa, de una tez tan pálida que bien podía habérsela confundido con un cadáver de no ser por el cálido tacto de su piel.

Vestía de la manera mas extraña que un ser humano pueda concebir, tratándose como se trata de una joven de 20 años criada en el seno de una familia noble y acaudalada.
Ataviada siempre con sus largos trajes de principios del siglo XIX, de exquisita costura y presencia, desenvolvíase con unos ademanes tan propios de las épocas de sus vestidos que cualquiera que la desconociese no podía por menos que dudar de su cordura.

Hallábase también mi amiga en posesión de un maravilloso don que nosotros llamamos imaginación.
Es por eso que era capaz de inventar las más fantásticas historias, o encontrar las más absurdas razones para sencillos acontecimientos que ninguno de nosotros se detendría en analizar. Y es esto también lo que ahora me ha llevado a escribir sus narraciones en el papel.

Encontrándome yo una tarde en la magnífica mansión donde la familia tenía su residencia, y habiéndonos preparado su madre una exquisita merienda, contábame ella uno de sus insólitos cuentos que tan asombrada me dejaban.

Acostumbraba Shelly a relatar sus fábulas en la biblioteca, con la gran chimenea encendida y acomodadas las dos en la pequeña alfombra que se extendía enfrente de la lumbre.
Tratábase esta vez de una peculiar historia que voy a referir tal como ella me la describió.


“Stefanny, Steffie para sus amigas, era una niña de excepcional inteligencia y vivacidad. Contaba entonces con 16 años, y pasábase las horas soñando despierta como cualquier adolescente de su edad.

Mas los años pasan, y el ser humano madura, y diose que nuestra protagonista se hizo mayor dejando, como muchos otros, de un lado los regalos de su niñez.
Era aquella noche una como tantas, y estaba la joven echada en el lecho de su habitación, cuando, sin previo aviso, entró en el cuarto una muchacha de su mismo porte y figura.

Quedose perpleja y sin habla, cuando aquella criatura de cara angelical tan parecida a la suya se presentó.
Dijo ser no otra que su imaginación, y la pobre chica no pudo por menos que echarse a reír. ¿No era pues tal afirmación, tan imposible como absurda?

Mas cuando la aparición insistió en que la siguiera, la intriga pudo contra su voluntad, y al cruzar las puertas del dormitorio, fue tanta su sorpresa que sin trabajo alguno se convenció de hallarse en un sueño.

Extendíase frente a ella un enorme y larguísimo pasillo, todo decorado en terciopelos de un ilustre color esmeralda. A derecha e izquierda de todo el corredor veíanse cerca de 30 postigos para entrar a diferentes alcobas, acabando en unas ceremoniosas escaleras que llegaban al gigantesco hall.

Llegaban a esa misma entrada dos escaleras mas, decoradas con los mismos tapices y óleos, todas ellas de doble balaustrada como en una gran mansión de la rica nobleza renacentista.

La llevó luego al empedrado patio que rodeaba el edificio, y cuanto allí vio no podría ser descrito por palabras convencionales.
Mas allá de las verjas que limitaban el recinto, una espesa manta verde cubría el horizonte hasta donde la vista no alcanzaba a distinguir. El cielo azul, salpicado de esponjosas nubes inmaculadas, cubría el inmenso mar vegetal de aquel mundo fantástico donde todo parecía frágil como el cristal.

Por primera vez desde que salieron de sus aposentos, habló el espejismo con su propia voz, y era igual a la de ella.
Decía estar en el internado de sus sueños, y cinco pabellones imponentes componían el lugar. Eran todos ellos de arquitectura gótica, y aderezados al mejor estilo bizantino que hacía rememorar la cumbre de la cultura románica.

Desde la enrejada cancela que cerraba el perímetro se diferenciaban, a derecha e izquierda, edificios de piedra con tres pisos, en cuyas marquesinas reposaban hermosas gárgolas de gesto feroz; y al frente, alzándose a mas de 300 pies de altura, otros tres de idéntica fachada, donde reconoció la niña las habitaciones de un sinfín de personajes.

Al paso les salió un joven moreno, de nombre David, rostro anguloso y un ligero aire de angelical demonio. Como sin darse cuenta de la presencia de aquella visión que solo Steffie veía, la llamo por su nombre solo segundos antes de agarrarla fuertemente por la cintura, y no pudo responder de la sorpresa cuando un gélido escalofrío recorrió lentamente su espalda.

Y lo identificó nuestra quimera mientras sonreía, pues englobaba aquel muchacho todo cuanto nuestra protagonista deseaba para si.
Y la hizo caminar junto a él, y la fuerte mirada de reproche que le dirigió, aterrorizaría al más valeroso de los caballeros.

Marcharon después por el sendero del espléndido jardín, y una pelirroja de misteriosos ojos verdes les esperaba apoyada en una fuente de marmoleo acabado.

No hizo falta entonces ayuda de su fantasma para que la reconociera, y antes de que pudiera la muchacha digerir aquel extraño acontecimiento, hubo la chica de comenzar a hablar de una forma tan alocada y caótica que difícilmente podían comprenderse sus palabras.

- Y es que no podías por menos de venir a vernos, niña tonta y olvidadiza. ¡Mal diablo te atrape por no querer mas soñar!

Alrededor de la blanca plazoleta concurrió entonces una muchedumbre de rasgos borrosos, y Steffanie recordó el nombre e historia de cada uno de ellos.
Y en un remolino de sepia recobró entonces la conciencia la joven, y volviose a encontrar acostada en la cama con dosel de su habitación.

Y de los cajones de su desván sacó los cuadernos de su infancia, y con manos temblorosas rescató las imágenes de sus fantasías de antaño prometiéndose que nunca, nunca mas, olvidaría lo que significa imaginar.”



Jamás pregunté a mi amiga por qué me contó esto, aunque una ligera idea cruzó libertina mi mente cuando ocurrió; pues aunque ella pensara, y puede que con algo de razón, que había dejado de lado mis fantasías, nada más lejos de aquello cuando, tarde si y tarde no, visitaba su biblioteca de cuentos para escucharla narrar con la ilusión del primer día.