lunes, 19 de marzo de 2012

Romper un Mito

Siempre ha existido esa creencia absurda, ese mito arcano acerca del bien y del mal. Esa insistencia al pensar que todo el mundo guarda en su interior una parte buena y un lado oscuro que luchan entre sí por el total control de una conciencia. La conciencia humana.

¿Quién no ha imaginado alguna vez al pequeño angelito que posa cual modelo escultural en el hombro derecho, susurrando palabras serenas al oído de su huésped mortal? O al demonio del mismo tamaño, que desde el otro lado de la cabeza increpa a su antagonista pavoneándose con sus cuernos afilados y cola rojo carmesí.

Debe de ser esto lo que la gente normal identifica con la moral. La eterna lucha interna para decidir si algo es políticamente correcto o por el contrario una aberración monstruosa producto de los más salvajes instintos.

En realidad, aceptémoslo, todo esto no es más que una tontería poco elaborada que los dibujos animados utilizan como recurso humorístico para divertir a los más pequeños. Ese dios al que tanto adoran, ¿Para qué iba a crear ángeles y demonios tan pequeños? ¿Para jugar a los pin y pon? Para eso tiene al ser humano.

Sin embargo, dicen que siempre hay algo de realidad en los mitos, y este caso no iba a ser una excepción.
Lo descubrió al conocer a Innara.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Cartas al Horizonte

Hermana, temo que esta sea la última carta que te escriba.
No te asustes, estaré bien, no ha ocurrido nada grave. El General ha prohibido a los mensajeros salir del campamento Radhërn debido al aumento de los ataques de los bárbaros en los alrededores de los Lagos Etéreos.

No estamos seguros de a qué se debe esta actividad inusual, pero parece bastante plausible que los Tjarlhems estén intentando capturar vivos a nuestros soldados para obligarles a desvelar la posición de las tiendas de los comandantes. Todo aquel que haya vivido una guerra sabe que un ejército sin líder es como un hormiguero sin reina.

La pequeña Deirdre sigue al cuidado de Zoe, que no la pierde de vista un solo segundo. Ha aprendido a hablar un poco nuestro idioma y ya sabe expresarse como cualquier otro niño de su edad, así que resulta mucho más fácil comunicarse con ella. Nos ha contado cómo llegó al campamento, siguiendo a Storgk desde su aldea natal. Parece ser que los Tjarlhems están divididos en varias tribus, y solo dos de ellas son las que luchan contra nosotros. A la familia de Deirdre la asesinaron por no prestar ayuda en las batallas.

Ahora, gracias a las pequeñas cosas que nos ha ido enseñando la pequeña y a la información que nos facilita sobre los diferentes clanes Tjarlhem, parece que la lucha comienza a decidirse en nuestro favor. Cada vez somos menos las Ièries necesitadas en los campos de batalla, porque los guerreros bárbaros evitan el enfrentamiento directo, y estamos más dedicadas a la protección mágica del perímetro o, aquellas con la habilidad, de curar a los heridos que vuelven de las misiones.

Althea acaba de entrar en nuestra tienda. Lleva a Storgk con ella, cada día está más grande. Espero que pronto deje de crecer, o tendremos que salir nosotras para que pueda dormir guarecido. Ya casi mide lo mismo que yo.
Les he mandado a las demás tus saludos. Están todas deseando verte, y poder contemplar lo mayor que te has hecho en nuestra ausencia. Yo les he contado como cuidas de Madre mientras no estoy, y que te ocupas de mis responsabilidades en el templo. Estamos todas muy orgullosas de ti, Ianthe.

Desde hace unos días no tengo nada que hacer, así que me estoy tomando mi tiempo para escribirte por última vez. El General ha dado tanto tiempo de tregua para enviar paquetes como yo necesite para terminar. Así que de vez en cuando, mientras salgo a por más tinta o a cambiar la pluma de cuervo con que escribo, soldados de todo el campamento vienen a asegurarse de que aún me quedan cosas por contarte. Resulta un poco irónico, ¿no crees?

Aparte de esto, lo único en lo que puedo ocupar el tiempo es reforzando la barrera de niebla que nos envuelve, ya que es mi elemento esencial. Tengo suerte de que los valles de Thyal parezcan estar siempre hundidos en la bruma, y mi magia es mucho más efectiva que la de cualquiera de las demás Ièries.
Como ya no podemos salir, mis excursiones en busca de rarezas que poder llevaros a Madre y a ti han finalizado sin que encontrara nada lo suficientemente peculiar para que llamase mi atención.

Hace dos noches me escabullí de la tienda con Althea y Storgk, y nos fuimos a dar un paseo por las orillas de los lagos. Sé que fue peligroso, y que podía habernos caído una buena reprimenda de habernos visto algún soldado. Pero no te imaginas la belleza de las aguas cuando las estrellas no salen para iluminar el cielo. Solo con la luz de la luna, los peces nacarados que nadan en las profundidades de los Lagos Etéreos lanzan destellos que los hacen parecer de plata.
Pensé en llevarte uno hace mucho tiempo, pero no he encontrado ninguna pecera para poder atraparlos.

Cuando la pequeña Tjarlhem supo que quería llevarte algo, me llevó a la zona más apartada del campamento, cerca de las laderas de las montañas. Allí, en unas cuevas tan oscuras como los ojos del Ávyssos, viven unos minúsculos seres que tejen sueños con los hilos del ocaso. No estoy segura de cómo lo consiguió, pero tengo guardado en mi arca un vestido precioso de tintes iridiscentes. Lo hicieron para ti, porque ella se lo pidió.

Estoy deseando que acabe esta guerra para poder entregártelo con mis propias manos, hermana, porque sé que te encantará cuando lo veas. Estoy segura de que una vez te lo pongas, te quedará como una segunda piel.

Espero volver pronto.

jueves, 1 de marzo de 2012

Cartas al Horizonte

No sabes cuanto me alegro de recibir noticias tuyas, Ianthe. No pensé que mi carta fuera a llegar a su destino. Incluso aún cuando mantenía las esperanzas de que el mensajero hubiese sido capaz de entregártela, no esperaba recibir tu respuesta hasta pasada la primavera. El soldado ha hecho bien su trabajo.

Siento que Madre esté tan preocupada por mí. Quédate junto a ella, y dile que todo saldrá bien, que no me pasará nada. Dile que el General piensa que todo habrá acabado antes del próximo invierno, y que le llevaré especias, tintes y telas exóticas para sus vestidos. Dile que no me extrañe. Que todo volverá a ser como antes.

Cuéntale historias de faunos y ninfas, como las que nos narraba por las noches cuando éramos niñas; con finales felices y sueños cumplidos, para que no se preocupe por el final de la guerra que libramos aquí en el norte. No te alarmes tú tampoco. A pesar de que los bárbaros siguen con sus estrategias fulminantes, y nuestras pérdidas se cuentan por los cientos, nuestro último ataque hace poco más de dos semanas los ha mantenido en letargo hasta hoy, y el General calcula que tardarán en recuperarse del golpe aún algo más de tiempo.

Los animales por aquí ya no se ven tanto como antes, debe de ser por las continuas batallas que se libran en la zona. Y sin embargo de vez en cuando, tras largos períodos de paz, incluso los predadores vuelven a aventurarse por los campamentos. Cierto es que aparecen en pequeños grupos, como los greenwolds, a los que parece gustar el agua de manantial que brota de los Lagos Etéreos, y que son fáciles de ahuyentar con una antorcha o una simple esfera de luz, pero sigue siendo peligroso cuando algún cadete sale solo o se queda rezagado lejos de las hogueras.

Oh! ¿Recuerdas que te hablé de Storgk? Aquel animalillo de pelaje suave y grisáceo que Althea adoptó el invierno pasado. Ha crecido un montón. Cuando lo recogí no era más que un pequeño bulto con forma de lobato y patas demasiado grandes para su tamaño. Ahora le han crecido las orejas, su pelo es más brillante y azul, casi celeste, y me llega casi a la altura de las rodillas. También come muchísimo. Como las provisiones son escasas aquí, las Ièries hemos tenido que fraccionar nuestras raciones para poder alimentarle, sobre todo cuando el tiempo era más crudo y la caza se reducía casi a la nada por los alrededores.

Hace tres noches, Storgk volvió de su paseo nocturno con un regalo para nosotras. Se le veía contento, y muy cariñoso, y creíamos que habría encontrado una hembra de su especie hasta que el animal se acercó lo suficiente a las tiendas para que pudiésemos distinguir a una niña sentada en su lomo. No tendría más de cinco años, tenía la piel muy morena y los cabellos cobrizos con brillos dorados trenzados hasta las caderas.

Al principio no sabíamos que hacer. Tú entenderías la situación, es una niña Tjarlhem que apareció en el campamento Rhadërn montada en uno de los animales que acostumbraban a merodear por aquí. Los soldados temían que se hubiera escapado, y su aparición en nuestra base supusiera un ataque de los bárbaros antes de lo esperado. Teniendo en cuenta que nuestras tropas tampoco se habían recuperado del todo, el resultado podría haber sido desastroso.

Al final, después de unos días intentando comprender el idioma de la niña, se hizo patente que los Tjarlhems no nos atacarían para recuperarla. Aún hoy la mantenemos en el campamento, a salvo de los peligros que envuelven los valles de Thyal. Zoe, la más pequeña del grupo, ha sido la encargada de cuidar de la pequeña. Hemos aprendido mucho gracias a ella, y parece que hemos conseguido enseñarle algunas cosas básicas de nuestra lengua.

Las tardes más calurosas, mientras merendábamos al aire libre, descubrimos que Storgk y la chiquilla se habían cogido tanto cariño que era casi imposible separarlos. Juraría que Althea estaba celosa del triunfo de su mascota, pero cuando los dos corrieron a abrazarla en medio del prado no pudo disimular la ilusión. La verdad es que la Tjarlhem no confiaba en nosotros. Las Iéries parecíamos asustarle menos que los soldados, pero aun así nos costó muchísimo que dejara de esconderse cuando nos acercábamos.

Ayer por fin conseguimos que nos dijera su nombre. Se tocaba el pecho con su minúsculo puño cerrado, y repetía “Deirdre” una y otra vez. No sabíamos lo que quería hasta que repitió lo mismo con Zoe y con Irene. También nos enseñó el nombre que le daban a la raza de Storgk, algo así como Gwningen. Ahora me resultará más fácil llevarte uno cuando vuelva.