martes, 3 de marzo de 2009

Cronicas de la Imaginación

Excepto en mis sueños

Hallábase Shelly en sus aposentos cuando llegue, más no tardo demasiado en bajar al salón cuando me hice anunciar por la anciana dama de llaves. Sonrió al verme y como siempre que la visitaba, realizó la reverencia que indicaba el protocolo de la nobleza antigua. Sonreí a mi vez contenta de verla, y conversaciones vanas pronto llenaron la habitación.

Acercóse momentos más tarde el servicio para llamarnos, pues mi amiga, siempre tan atenta, había dado orden de que nos llevaran la merienda a la biblioteca. Levantóse radiante con su vestido turquesa, haciéndome una señal con la mano para que la siguiera, y las dos juntas con animado paso, fuimos a sentarnos en nuestro pequeño rincón frente a la hoguera que calentaba las enormes dependencias llenas de libros.

Y acomodándonos en la mullida alfombra, te y café en la pequeña bandeja de plata, comenzó Shelly a hablar y yo, a escribir de nuevo otro de sus cuentos, pues nunca dejaba de sorprenderme cuando al acomodarse en el suelo de la biblioteca, fluia de entre sus labios la mas maravillosa de las historias.

Llamabáse Elisabeth la rubia muchacha, de no mas de 19 años de edad. Nunca destacó demasiado en nada, en ese sentido era una joven normal. Sin embargo jamás sabemos a lo que la vida puede enfrentarnos, y diose el caso exactamente que una simple casualidad cambiaria para siempre la vida de nuestra amiga.



Era una tarde fría de invierno, los helados copos de nieve posabanse con suavidad sobre las ramas de los árboles y cubrían con un manto blanco los extensos parques que rodeaban su hogar. Paseando como de costumbre por los empedrados caminos que recorrían los enormes jardines, tropezose entonces con un encapuchado que, nervioso, parecía huir de algo que solo el era capaz de ver.

Mayor importancia no tuvo, ni parose la joven a pensar de nuevo en ello, hasta que al día siguiente, el mismo desconocido cruzose con ella, en el exacto momento y lugar que la primera vez. Mas esta vez, al contrario que el día anterior, parose el joven delante de ella unos segundos, suficientes tan solo para dirigirla una intensa mirada que grabó a fuego la mente de la muchacha.

Pasábase entonces desde aquel día, siempre a la misma hora, siempre en el mismo lugar, en la esquina ornamentada por un bosque de orquídeas blancas, con la esperanza de sorprender de nuevo el rostro oculto de aquel desconocido.

Nunca pensó Eli que pudiese esperarse algo con tanto anhelo, y cierto era que, en sus recuerdos, tan solo veía los ojos verdes del encapuchado que en el parque se le apareció. Sus tardes volvieronse melancólicas, los días lluviosos frente a las ventanas suspirando sin saber la razón.

Y fue entonces cuando menos lo esperaba, que sentada en uno de los bancos de madera que llenaban la plazoleta bajo su balcón, notó una presencia a su lado que nunca imaginó que volvería a sentir. Y en efecto, así era, pues el desconocido, su desconocido, mirabala a pocos centímetros, apoyado en el asiento junto a ella con la capucha del jersey holgado calada hasta la nariz.

No podía verle los ojos, aquellas pupilas verdes que desde el primer momento robaron sus pensamientos. Pero ella sabía que había vuelto por alguna razón y eso, convenciose en silencio, le bastaría. Ni una palabra salió de sus labios, ni un solo gesto de sus manos, pero Eli comprendió al segundo cuanto el muchacho quería decirla.

Pasaron segundos que le parecieron horas, comunicándose solo con miradas, rozaronse sus dedos, ambos sonrieron, y él joven levantóse de repente, y un beso en la mejilla fue su despedida.
- Volveremos a vernos…- susurró el muchacho.- Pero no aquí.

La respiración en su oído provocó un escalofrío que recorrió por completo su espina dorsal. Tal vez Elisabeth aun no se hubiera dado cuenta, pero el amor por el desconocido recorría cada uno de los poros de su piel.
- ¿Volveré a verte?.- Acertó a preguntar la niña, sus ojos oscuros ansiosos esperando la respuesta de él.
- Claro.- Dijo el joven con media sonrisa.- Si sabes soñar...

Fue aquella la última vez que Eli vio al encapuchado del parque. No conocía su rostro, y su voz se perdía en las lejanías de su memoria. Sin embargo no podía olvidarle. Noches sin dormir, tardes lánguidas suspirando tras la ventana, la lluvia rodando por los cristales, al igual que las lágrimas transparentes dibujaban ríos de tristeza en sus rosadas mejillas.

Hasta que un día, enterrada en melancólicos cantos que precedían los etéreos recuerdos, vio Elisabeth una figura a través de las vidrieras de su habitación. Iluminaronse sus ojos, su respiración se volvió inquieta, cuando unos ojos verdes se clavaron nuevamente en ella.

Y aquella noche soñó, soñó como nunca antes había soñado. Imaginó prados verdes rodeados de sauces llorones, bancos de pino decorados con guirnaldas de flores, un amanecer escarlata con tintes celestes y el sol emergiendo de las montañas en el horizonte.



Y soñó con él, caminando por senderos pedregosos, sus rasgos al fin al descubierto, sin misterios, sin secretos, su voz grave retumbando en sus oídos, sus fuertes brazos rodeando su cintura en una tarde mágica que acabaría con el alba.

Cada día al ponerse el astro rey, Eli cerraba los ojos, dejábase llevar por aquel torbellino de emociones que la envolvía al mismo tiempo que la oscuridad caía sobre su cuarto. Por que donde la realidad se acaba, los sueños, las ilusiones y la imaginación solo son el punto de comienzo. Y es cierto, que lo imposible existe…excepto en tus sueños.


Sonreí cuando mi amiga terminó de hablar, y palabras no encontraba para describir todo lo que en unos minutos ella había logrado expresar entre parábolas. Pues tenía razón, y entre las complejas frases con que describía en sus cuentos, enviabame mensajes que sin quererlo, no podía dejar de comprender.