miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cielos negros

La leve luz del atardecer lluvioso se colaba por la ventana, iluminando pobremente la pequeña sala en la que se habían reunido.
No era nada especial, ni muy caro, simplemente un estrecho reservado dentro de unas grandes oficinas. En aquel piso debía de haber por lo menos unos trece cuartos parecidos.

En las paredes, retratos de los mentalistas mas famosos observaban a la peculiar pareja sin descanso, y en el escritorio de madera de cerezo, una serie de fotografías mas actuales mezcladas con titulaciones adornaban pulcramente los laterales.

-No me odies.- El comentario resonó por toda la habitación.- Pero te he mentido.
La muchacha de aspecto desgarbado enarcó una ceja interrogante. Frente a ella, un joven trajeado y de buen ver titubeaba, incapaz de mirarla directamente a los ojos.
-¿Vas a seguir ahí mirando el suelo como un idiota o me lo vas a contar de una puta vez?- Parecía irritada, apoyando la espalda en la pared y descansando todo su peso en una sola pierna. La otra, la movía rítmicamente en señal de urgencia.
-Lo siento…
-Joder Sheeva, que no tengo todo el día.- Estaba a punto de romper a llorar, pero a ella le daba igual.

El chico se pasó la mano por el pelo engominado en un gesto ansioso, casi sin atreverse a levantar la cabeza para ver a la chiquilla de 15 años que le instaba amenazadora desde el dintel de la puerta de su despacho.
Suspiró.
-¿Recuerdas aquel día, cuando te trajeron a la agencia?.- De reojo podía ver como se arreglaba la chupa, incómoda.- El mismo día que nos conocimos. Nos llevaron a la sala de lectura.
-Lo recuerdo.
-Yo había llegado también aquella semana, acababan de descubrir mi don, y aun me costaba dominar la intensidad de las visiones
-He dicho que lo recuerdo.- Le interrumpió cortante.
Se removió inquieto. Era realmente difícil decirle aquello, mas aun ante la actitud agresiva que había adoptado desde que la llamó la mañana anterior.

-Ya…Déjame contártelo, ¿Quieres?
Ella hizo una mueca hastiada, poniendo los ojos en blanco, pero le indicó con un gesto que continuase.
-La visión que tuve no ocurrió exactamente como te dije que era. Yo era nuevo en esto, y tu no tenías mas de doce años, me parecía demasiado cruel en aquel momento cargarte con un destino tan negro.- Se detuvo un momento y echó mano al botellín de agua que descansaba a la derecha de su archivador.- Aún me lo parece. ¿Por qué no te sientas?
-Estoy mejor de pie.
Se acariciaba el mentón desesperado. Era imposible intentar crear un ambiente agradable cuando se ponía así, no digamos ya si le daba por utilizar su poder. Por suerte, parecía no considerar aquel momento como el adecuado para exhibir su talento.

-Esta bien. La verdad es que las imágenes que vi en tu aura no eran nada confusas. Vi el comienzo y el final, vi desgracias y vi muertes. Pero esto ya te lo dije.
-Entonces, ¿Por qué me lo repites?.- Bostezó sonoramente sin molestarse en taparse la boca.
-Cuando te trajeron, nos avisaron a todos de que tratar de leerte podría ser peligroso. Que los cromáticos habían detectado una gama extraña a tu alrededor, un color que les costaba identificar pero que clasificaban entre las quimeras. Por eso, cuando me eligieron a mi para establecer contacto con tu esencia no quise revelar lo que descubrí.
La joven ladeó la cabeza bruscamente, y un mechón de pelo caoba cayó rebelde sobre su nariz.
-Y…
-Tu nombre, Alba. Quien eres en realidad, para la humanidad. Tu destino en una palabra. Tu nombre...- Hizo una pausa eterna, mientras su mano buscaba de nuevo la botella de agua mineral y daba un largo trago para recuperar el aliento y las fuerzas.- Es Eva.- Enterró el rostro entre las manos con ansiedad, tratando de escapar de algo demasiado grande para el.
-Ya lo sabía.- Respondió sonriendo, y arreglándose de nuevo la chaqueta de cuero, se dio la vuelta, abrió la puerta del despacho y se marcho por donde había llegado.