lunes, 19 de diciembre de 2011

La Magia Escondida

El callejón estaba tan oscuro que ni siquiera los haces de luz de las linternas lograban traspasar las sombras que se arremolinaban en las esquinas. Un farol fundido colgaba de forma precaria de un soporte fijado en el muro de piedra, zarandeado por las ráfagas de viento que formaban remolinos en la estrecha calle sin salida.

El ajado cartel que anunciaba el nombre de la tienda apenas se distinguía a través de la pequeña ventana de cristal opaco que ocupaba el centro de la puerta. El polvo que se acumulaba en las junturas y el color terroso de la vieja lámina de cartón hacían aún más complicada la lectura de las desgastadas letras capitales.

Las risas entrecortadas de dos muchachos hicieron eco en las paredes de ladrillo de la callejuela. Las dos figuras estaban medio escondidas, de cuclillas tras una pila de cajas de cartón a la entrada de la calle. Era obvio que trataban de ocultarse, probablemente de alguien en la principal que estaba pendiente de ellos.

- Ahí es!- La voz infantil hizo eco en el callejón.

Una muchacha de apenas 12 años se adentró en el oscuro pasillo, mirando nervios por encima del hombro como ocultándose de un posible perseguidor. La melena castaña y lisa, cortada en diagonal desde la nuca, le cayó rebelde sobre los ojos cuando se agachó para ocultarse de los caminantes que aún quedaban en la calle principal.

Tras ella, un joven de su edad, de cabellos revoltosos y ojos traviesos, la empujó suavemente obligándola a caminar.

- Vamos Adhara.- Susurraba inquieto.- Entra.

La niña asintió. Como imitando alguna película de agentes secretos en la que el héroe debe derrotar a su enemigo de la forma más discreta posible, la chiquilla se enderezó y pegó la espalda a la pared de ladrillos. Giró la cabeza hacia su amigo con una sonrisa, y poco a poco, comenzó a avanzar en dirección a la destartalada entrada de aspecto siniestro que decoraba el centro del callejón.

La campanilla que colgaba del techo tintineó ruidosamente cuando los dos niños entraron en la tienda. Se miraron nerviosos, con una mezcla de miedo y emoción tintada en los ojos almizclados de ambos.
Era un cuarto pequeño y oscuro. La luz de la minúscula lámpara colgada en la callejuela apenas iluminaba el rellano de la tienda, estrecho y repleto de estanterías y armarios llenos de los más extravagantes objetos.

- Te esperaba, muchachita.- Una voz grave y ronca resonó en la parte trasera de la habitación.

Adhara dio un respingo, y sus dedos se cerraron como garras en torno al brazo de su compañero.
A su alrededor se dispensaban infinidad de libros de aspecto antiguo y pequeñas botellas de vidrio multicolor guardando en su interior algún líquido que no llegaba a identificar con exactitud.

- A…A mi?.- Preguntó la niña confusa, temerosa de dar un paso más.

Tenía la puerta a su espalda, donde su amigo aun la mantenía abierta. Era difícil decidir cuál de los dos estaba más asustado. Pero aquello era lo que habían estado buscando, la pequeña tienda de magia que aparecía y desaparecía a su antojo, nunca dos noches en el mismo lugar. Les había costado dar con ella.

No, no saldría corriendo. No después de haber logrado entrar, no después de todo el trabajo que les había llevado dar con ella.
Aspiró hondo y dio un paso al frente, internándose en la oscuridad penetrante de la habitación.