martes, 15 de diciembre de 2009

El coleccionista de sueños

Se incorporo en la cama, incómoda, las sabanas pegadas al cuerpo, perladas gotas de sudor inundando su frente blanca, como un lirio de invierno.

Miro el despertador analógico en la pequeña mesilla de noche, girándose con una mueca de disgusto. Marcaba las cinco y cuarto a.m
"Genial" murmuro con una mueca.

No entraba a trabajar hasta cuatro horas después, y sabía que no podría volver a conciliar el sueño. La imaginación le jugaba malas pasadas, impidiéndole cerrar los ojos, reviviendo imágenes siniestras y macabras que hubiese querido esconder en lo mas profundo de su subconsciente.

Se levantó por fin, mirando con nostalgia el colchón vacío, y se tapó con una fina camisa de hilo blanco para ir hacia le pequeña cocina del piso. Hoy desayunaría bien.

La destartalada cafetera montaba un terrible alboroto al ponerse en marcha, y el liquido caliente borboteaba al caer en la taza de porcelana rosa hasta que la joven apago el aparato y añadió la leche y el azúcar al tazón. En la mesa la esperaban un par de tostadas y un croissant de panadería.

* * *

No supo en que momento exactamente había vuelto a dormirse, pero llegaba tarde. Muy tarde.

Corría hacia el aparcamiento con el portátil colgado del brazo, sujetando la mochila para que no diera grandes golpes y buscando las llaves del coche con la mano que tenia libre.

El BMW negro cruzo la ciudad casi sin detenerse, hasta llegar al enorme complejo residencial de la universidad londinense, una urbe en miniatura dotado hasta del más mínimo detalle.

Inició la maniobra de entrada en el recinto. El gran jardín que rodeaba el campus estaba desierto a aquellas alturas de la mañana. Algún coche aparcado enfrente de la facultad, dos o tres profesores y alumnos cruzando las puertas del edificio. Pero ella ya llegaba tarde. Demasiado tarde.

Subió corriendo hasta la sala de reuniones, en el último piso, muy cerca de los despachos, y entro balbuceando un par de excusas mediocres.
< La gasolina….> Arrugo la nariz. Que poca imaginación.

Al otro lado de la mesa, un muchacho moreno le dirigió una sonrisa burlona. A excepción de el, la habitación estaba completamente vacía. < Buenos días Steffie ¿Has dormido bien? >

Le sacó la lengua, apartándose un mechón de pelo rubio detrás de la oreja, y tras servirse una taza de café, se sentó frente a él. David, profesor en la carrera de IBEF. 23 años, 1.85 y visitante asiduo del gimnasio. El típico deportista por el que cualquier chiquilla preadolescente haría cola a las afueras de un estadio. Poco menor que ella, que había empezado aquel mismo año a dar clases de Arte Moderno.

< He vuelto a despertarme > Comentó mientras tomaba un sorbo. Eran más amigos que compañeros de trabajo…Tal vez algo más.
< ¿Otra vez el mismo sueño? > Preguntó el preocupado, dejando el periódico que sostenía sobre la mesa. < Llevas así dos meses >
< Lo se…Pero, ¿Qué puedo hacer? No entiendo nada…>

El joven le apretó la mano con cariño, y ella, tal vez sorprendida por su actitud, aparto el brazo bruscamente, y un tenue rubor apareció en sus mejillas. Una sonora carcajada salió de la garganta del joven, y con gesto indignado le dio un manotazo en el hombro. < No te rías >

Él se levantó aún sonriendo, y rodeado la enorme mesa de roble rectangular, se colocó a su espalda y apoyó las manos en sus hombros. Y con un beso en la mejilla, se despidió y salió de la sala.

Steffanie sacudió la cabeza y miró el reloj colgado en la pared. Las 11:00 a.m, un cuarto de hora para su segunda clase del día, con alumnos de primero. Al menos, a esa llegaría bien…


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Monotonía. Siempre la misma rutina.

No podía pensar en nada mas cuando cayó pesadamente en el sofá de la sala de profesores, y sus párpadosse cerraron para sumirla de nuevo en la oscuridad.

"El bosque se cernía sobre ella, repleto de árboles cuyas ramas amenazantes la señalaban sin compasion. La luz era apenas capaz de atravesar el espeso manto de hojas verdes que se extendía sobre su cabeza.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al distinguir el fulgor rojizo del fuego que la perseguía. El corazón le latía tan rápido que, por un momento, penso que le iba a explotar en el pecho. Pero nada de eso ocurrió.

Las llamas se acercaban a ella con un ansia devoradora, calcinando a su paso todo rastro de vida que una vez había poblado la enorme arboleda. Steffie comenzaba a sentir calor, mientras corría en direccion opuesta para escapar a tan horrenda muerte.

Pero al contrario de lo que debería, el robledal se hacía cada vez mas denso y poblado, los caminos eran cada vez mas impenetrables, y las ramas y arbustos parecían perseguirla al igual que las lenguas escarlata que le pisaban los talones.

Se mordió el labio con fuerza, dejando que un hilillo de sangre resbalara por la comisura de su boca.

Estaba nerviosa. Su memoria comenzaba a funcionar con algo mas de claridad, recordandole inoportunamente que aquel sueño ya lo había vivido antes. Y sabía perfectamente como terminaria.

Empezaba a darlo todo por perdido, cuando a lo lejos, distinguió una figura que nunca antes había visto alli. Estaba quieta, de pie delante suyo, lo suficientemente cerca para que ella pudiese darse cuenta de su presencia, lo suficientemente lejos para que su identidad quedase protegida por la distancia.

<"Stefanie, escucha"> El eco de su nombre resonó a través del bosque, enredandose en sus cabellos rubios como un lazo de seda plateada.<¿Quieres librarte de tu pesadilla?> La muchacha tragó saliva. ¿Un extraño en sus sueños? El miedo que la embargaba cada vez era mas agudo. <¿QUIEN ERES?>
El calor de las llamas a su alrededor comenzaba a ser insoportable. Cada vez le costaba mas respirar, y estaba atrapada entre dos peligros, sin poder avanzar ni retroceder. "El nombre solo es una mera ilusión. No importa quien sea, Steffanie, solo lo que puedo hacer por tí. Dame la mano." El desconocido se acercaba a ella despacio, con su voz tranquilizadora danzando hasta sus oídos.
Le miró tratando de reconocer en su rostro algun rasgo que pudiera identificarle."Solo te pedire una cosa a cambio. Solo una."Steffie frunció el ceño intrigada. <¿Que podría querer usted de mi? Ni siquiera le conozco.> El hombre avanzó un poco más. "Solo un sueño. Algo ínfimo en comparación a dejar de despertarte cada mañana por culpa de esta pesadilla que te aterroriza."
Abrio la boca para expresar su desconcierto ante los obvios conocimientos que tenía de ella. Pero de repente, ya no le parecía tan extraño. Ni siquiera le parecía que desentonase con el lugar. Él tenía que estar alli, se decía. Era su trabajo.
Casi sin percatarse, su brazo se extendió hasta estrechar la mano de aquel familiar desconocido. Comenzó a relajarse casi sin darse cuenta. La cercanía del fuego ya no la inquietaba. Se dió la vuelta despreocupada, y caminó hacia el corazon de las llamas sin siquiera pestañear. A su espalda, el hombre sonreía.

Cuando abrió los ojos, se encontraba de nuevo en el sofá de la universidad. El reloj de pared que colgaba a su derecha marcaba poco mas de la una, lo que significaba que no había dormido mas de 20 minutos. Se frotó los ojos soñolienta, tratando de recordar algo que no estaba segura de haber visto.

Se sobresaltó al ver a David a su lado, sentado con cara de preocupación y sin quitarle la vista de encima ni un solo momento. <¿Estas bien? ¿Ninguna pesadilla?> El muchacho parecia ansioso por saber la respuesta, asi que Steffie se dispuso a contestar . "No... creo que no"

Pestañeó exageradamente. "Por cierto.... ¿Y tu quien eres?"