domingo, 29 de mayo de 2011

Mirada inocente

¿Puedo quedarme con sus juguetes?
Abel bajó la vista para observar al niño de cuatro años que le miraba fijamente desde el suelo.
Ya te he dicho que no; respondió arrugando la nariz; tú ya tienes los tuyos.
Entonces, ¿Puedo tener unos iguales?
El muchacho enarcó una ceja y se volvió hacia donde señalaba el chiquillo. La gran planicie de madera que se erigía en la plaza del pueblo estaba desierta a excepción del verdugo, que afilaba sus herramientas en un rincón.
Caín, eso no son juguetes; Reprendió disgustado.
¿De verdad? Hizo un mohín; Pero él parece divertirse tanto…

domingo, 1 de mayo de 2011

Resurrección IV

Resurrección IV

A lo lejos, escuchó la exclamación de Alix.

- ¿Cómo has hecho eso?

La ignoró. Miró a su compañera, y una sonrisa sincera asomó a sus labios.
El alma es un ente inmortal, imposible de vencer. Y Akira era la suya, de nuevo atada a su cuerpo como lo estuvo antaño.

La miró y supo que aquel extraño poder que la embargaba desde su muerte era suyo, que no se libraría de él. Pero le dio igual. Aquella magia que invadía sus ojos, que la abrumaba con los sentimientos de todo el que se acercaba a ella ya no le importaba en absoluto. Y al mismo tiempo, supo que al igual que ella se separaba en dos formas, la guerrera de la runa podía ser capaz de mantener vivas dos almas.

-Estás poseída.- Soltó de repente sin desviar la vista del lejano horizonte, y una enorme interrogación se dibujó en el rostro de la joven.

-¿Que qué?

-Niña torpe.- Se giró de forma brusca para encararla.- Esa espada tiene vida propia. ¿No te diste cuenta cuando la cogiste de la armería?.- Rezongó arrugando la nariz.- La primera vez que la usaste en combate te uniste a ella.

Alix seguía parada en medio de la extensa playa, con aquella expresión estúpida que tan nerviosa ponía a la semidemonio, sin entender una sola palabra de lo que escuchaba. Nisha se desesperaba.

- ¿Has intentado alguna vez dejar la mente en blanco?.- Preguntó, y al instante dirigió la vista al cielo. Aquello no podía resultarle demasiado complicado.

Escuchó la risa felina de la pantera, y apenas pudo contener la suya propia.
Se apoyó con los codos en la arena grisácea y miró a la guerrera con detenimiento. Su rostro, ausente de aquel gesto ceñudo e indiferente, sin furia alguna reflejada en sus pupilas color escarlata, dotaba a sus finos rasgos de una belleza inaudita.
Akira eligió aquel momento para transformarse, adquiriendo el mismo aspecto que su hermana pero conservando como suyas las orejas y la cola. Por la sonrisa afable que pintaban sus labios, parecía importarle bien poco su desnudez.

-Coge la espada.- Instó la felina ante la mirada atónita de Alix.

-¿Quién, yo?.- Los ojos de Nisha se encontraron sorprendidos con la verde mirada de la pantera.- Me congelare la mano.- Se quejó ceñuda.- Ni hablar.

-Solo será un segundo.

La semidemonio refunfuñó al recoger la espada de las manos de la guerrera, que la sujetaban con total normalidad. Se mordió el labio inferior al hacerlo, pero no emitió ningún sonido, ni una sola palabra de protesta cuando, al cerrar la diestra sobre la empuñadura, la escarcha comenzó a cubrirle la piel.
La clavó en el suelo apenas unos segundos más tarde, y trató de calentar el músculo dolorido por el frío sin éxito mientras Alix observaba fascinada como el mismo proceso se repetía en la arena que cubría el suelo.

-El espíritu que habita en tu espada es la esencia pura del hielo. Está unida a ti al igual que a esa arma.- Explicó Akira.- Como yo a Nisha. Por eso puedes sujetarla sin congelarte, aunque si la llevases más tiempo del debido acabaría pasándote lo mismo.

-¿Y por qué tenía que ser yo la que cogiera la espada?.- Se quejó la rubia, aún frotándose el brazo con energía.

-Se te dan muy mal las explicaciones.- Sonrió la pantera, y Nisha gruñó enseñando los colmillos con cara de pocos amigos.

Alix las miraba consternada. Trataba de procesar poco a poco la información recibida, sin apartar la vista del arma semi congelada. De atar los cabos sueltos, los bruscos comentarios de la semidemonio.

-Entonces…¿La espada está viva?

-La espada no.- Respondió Akira, con los ojos en blanco.

-Pero si te dejo inconsciente te utiliza para poder andar.- Añadió Nisha ante la mirada de reproche de su hermana.- No es un espíritu cualquiera, es la graaaaaaaaaan Sheene.- Terminó con ironía en la voz.

-Conozco la leyenda.- La guerrera de la runa se sentó frente a las gemelas.- Los ocho guerreros ancestrales.

Nisha arrugó la nariz con desagrado.

-No quiero una lección de historia.

-Lo siento.- Alix bajó la cabeza avergonzada, sus mejillas adquiriendo un leve rubor.- ¿Por qué me cuentas esto?

-Fácil.- La muchacha se sujetó un mechón de cabello dorado tras la oreja.- Tenías razón al decir que no había forma humana de salir de aquí. No hay monumentos ni manera de crear una salida artificial. Ni siquiera hay árboles que talar para poder construir una balsa.

Akira irguió la cola por encima de su cabeza. Acababa de darse cuenta de algo.

-Es curioso cómo has sobrevivido, no he visto comida por ninguna parte.

La guerrera la miró confundida. Sus grandes ojos marrones se desviaron levemente hacia la orilla que se extendía tras las gemelas demoníacas, a lo largo de la inmensa playa de arena negra.

-Pescado crudo.- Admitió al fin, avergonzada.

Nisha dejó escapar una carcajada, sin molestarse en disimular, o mirar hacia otro lado para evitar que la niña lo notase.

-A veces hacía calor suficiente para calentar un par de rocas y cocerlos.- Señaló hacia un montículo de arenisca cercano.- Ahí. Hay una pequeña cueva que condensa la mayor parte del viento sur. Es como una sauna.

Akira frunció el ceño, sin perder de vista a la guerrera.

-Tienes poder sobre el fuego.- Enroscó la cola alrededor de una de sus piernas.- ¿Por qué no lo asaste?

La muchacha abrió la boca confundida. Giró la cabeza para poder observar con mejor ángulo la explanada a sus espaldas, repleta de piedras magnéticas y gravilla oscura como la pez.

-Veréis….- Parecía tener dificultades para explicar lo que quería con palabras.- No es solo que las rocas floten. Es que son imanes.

-Punto para la lista.- Bufó Nisha, y puso los ojos en blanco cuando su hermana le propinó un pisotón.- Oh, vamos. Es una isla MAGNÉTICA. Claro que son imanes.

-¡Ves! ¡Es eso! ¡No es normal!.- Alix parecía excitada. La rubia se llevó las manos a la frente con expresión desesperada. Comenzaba a dolerle la cabeza.- Si todo lo que hay alrededor, todas las piedras.- Señalaba con la mano, ya de pie, sin dejar de dar vueltas sobre si misma.- Son imanes… Entonces, ¿Por qué no atraen el metal?

-Te vas a marear.- Interrumpió Nisha de mal humor.

-Tus espadas, la mía. Son de acero, ¿No? ¿Por qué no les afecta?

La semidemonio frunció el ceño, molesta. No tenía respuesta.
Era extraño, y nunca antes se había parado a pensarlo. Sin embargo, no estaba segura de lo que le molestaba más: No haberse dado cuenta, o que Alix hubiese tenido que decírselo.

-¿Por qué son mágicas?.- Contestó finalmente, contenta de haber encontrado un argumento lógico con que rebatirla.

-Todo lo contrario.- La guerrera negó con la cabeza.- Son imanes, pero no atraen el metal.

-Absurdo.

-¡Tiene sentido!.- Chilló intentando agarrar a la rubia del brazo, pero su mirada furibunda la disuadió a tiempo.- Perdón.- Comenzó a caminar hacia una zona repleta de rocas flotantes.- Atraen la magia.