domingo, 29 de mayo de 2011

Mirada inocente

¿Puedo quedarme con sus juguetes?
Abel bajó la vista para observar al niño de cuatro años que le miraba fijamente desde el suelo.
Ya te he dicho que no; respondió arrugando la nariz; tú ya tienes los tuyos.
Entonces, ¿Puedo tener unos iguales?
El muchacho enarcó una ceja y se volvió hacia donde señalaba el chiquillo. La gran planicie de madera que se erigía en la plaza del pueblo estaba desierta a excepción del verdugo, que afilaba sus herramientas en un rincón.
Caín, eso no son juguetes; Reprendió disgustado.
¿De verdad? Hizo un mohín; Pero él parece divertirse tanto…

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