martes, 21 de febrero de 2012

Cartas al Horizonte

Ante todo, siento la cera tan tosca que he utilizado para sellar el pergamino. En este momento no tengo absolutamente nada más apropiado a mano, ya sabes como son los campamentos militares de Radhërn, y necesitaba grabar el sello para que supieras con certeza que soy yo quien escribe la carta.

Últimamente, apenas nos atrevemos a enviar mensajeros con información táctica a los pequeños batallones que rodean los Lagos Etéreos, pues una manada de greenwolds merodea por la zona atacando a los emisarios del General. Eso ha hecho mucho más difícil conseguir hacerte llegar la misiva. Incluso ahora, sentada frente al soldado que se encargará de llevarla y custodiarla con su vida para poder entregártela intacta, siento que tengo pocas probabilidades de que llegues a leer estas palabras.

La verdad es que hemos perdido infinidad de exploradores en estas tierras baldías. Unos, muertos por la fiebre, delirando durante días antes de cerrar los ojos al mundo; otros, devorados por las bestias, y los más afortunados, aunque cueste creerlo, fueron aquellos asesinados por nuestros enemigos en los campos de batalla o las incursiones al campamento.

Aquí, en el norte, todo parece blanco. La temperatura es baja y húmeda, y hace tanto frío que por las noches hemos de taparnos con varias pieles de klishveen para poder mantenernos vivos. Por suerte, el Korvus nos advirtió de las penurias que tendríamos que pasar, y nos trajimos decenas de carretas con mantas y ropa de abrigo. Con eso y lo que hemos podido conseguir cazando a los animales de la región, hemos logrado que muchos de los enfermos se recuperen.
Para otros, sin embargo, era ya demasiado tarde.

Las medicinas escasean. La nieve y el hielo impiden crecer la mayoría de las plantas necesarias para elaborar los remedios más básicos, y las pociones que trajimos con nosotros están racionadas hasta la última gota. Espero que las provisiones lleguen pronto, o más de la mitad de nuestra gente no llegará con vida a la próxima cruzada.

Creo que ese es el objetivo de los Tjarlhems. Esperar a que muramos de frío, de hambre o devorados por los incontables monstruos que pueblan este suelo maldito. Entonces, cuando apenas queden decenas de hombres agonizantes tratando de sobrevivir, se abalanzarán sobre nosotros como los perros sanguinarios que son.
Pero se equivocan si piensan que vamos a esperar a que den el primer paso.

Sabes que no puedo contarte las estrategias que sigue el General, por si esta carta cayera en malas manos, pero puedo prometerte que ganaremos esta guerra. Sus hechiceros no tendrán nada que hacer contra los devastadores conjuros de nuestros magos, ni contra la bruma que se desatará contra ellos durante 20 días y 20 noches en las que su visión quedará reducida a la nada.

Pero no quiero aburrirte con maniobras militares.
Mejor te cuento como son los valles nevados de Tyahl, cuando amanecen bañados por el rocío de las mañanas, o por la noche cuando las Damiselas florecen a lo largo de los caminos. Claro que también hay fauna nocturna, pero, al contrario de lo que esperábamos, la mayoría resulta inofensiva.
Anoche encontré un pequeño animal, peludo y de color gris azulado, con ojos verdes y unas garras enormes. Lo único que hacía era acercarse a que lo acariciáramos, así que Althea lo bautizó como Storgk. Prometo que descubriré como se llaman y te llevaré uno cuando vuelva a casa.

La verdad es que parece increíble que lugares tan bonitos estén habitados por bárbaros sin compasión. En cualquier otro momento estos valles me habrían parecido un paraíso, y en realidad no son más que un enorme cementerio que ansía llenarse con los cuerpos inertes de los caídos en esta guerra de razas.

Estos últimos días de invierno me he acordado mucho de ti, Ianthe. Sé que fue un duro golpe para ti que Madre no te permitiera venir al Dhokem, pero has de comprender que aún eres muy joven para acompañar a nuestro ejército en una empresa tan arriesgada. Antes de unirme a la expedición, ni siquiera yo había cruzado nunca la gran frontera de fuego. Fue una experiencia completamente nueva para mi, y he de reconocer que bastante desagradable.

Espero que no me guardes rencor por no haberte esperado, e incumplir la promesa que hicimos de niñas. Has de saber que fue una decisión dura, que deseé con todas mis fuerzas que pudieras venir conmigo o, al menos, que esas bestias hubiesen tardado más tiempo en atacar. Pero no fue posible. De modo que volveré. Y esta es una promesa que si pretendo cumplir.