jueves, 1 de marzo de 2012

Cartas al Horizonte

No sabes cuanto me alegro de recibir noticias tuyas, Ianthe. No pensé que mi carta fuera a llegar a su destino. Incluso aún cuando mantenía las esperanzas de que el mensajero hubiese sido capaz de entregártela, no esperaba recibir tu respuesta hasta pasada la primavera. El soldado ha hecho bien su trabajo.

Siento que Madre esté tan preocupada por mí. Quédate junto a ella, y dile que todo saldrá bien, que no me pasará nada. Dile que el General piensa que todo habrá acabado antes del próximo invierno, y que le llevaré especias, tintes y telas exóticas para sus vestidos. Dile que no me extrañe. Que todo volverá a ser como antes.

Cuéntale historias de faunos y ninfas, como las que nos narraba por las noches cuando éramos niñas; con finales felices y sueños cumplidos, para que no se preocupe por el final de la guerra que libramos aquí en el norte. No te alarmes tú tampoco. A pesar de que los bárbaros siguen con sus estrategias fulminantes, y nuestras pérdidas se cuentan por los cientos, nuestro último ataque hace poco más de dos semanas los ha mantenido en letargo hasta hoy, y el General calcula que tardarán en recuperarse del golpe aún algo más de tiempo.

Los animales por aquí ya no se ven tanto como antes, debe de ser por las continuas batallas que se libran en la zona. Y sin embargo de vez en cuando, tras largos períodos de paz, incluso los predadores vuelven a aventurarse por los campamentos. Cierto es que aparecen en pequeños grupos, como los greenwolds, a los que parece gustar el agua de manantial que brota de los Lagos Etéreos, y que son fáciles de ahuyentar con una antorcha o una simple esfera de luz, pero sigue siendo peligroso cuando algún cadete sale solo o se queda rezagado lejos de las hogueras.

Oh! ¿Recuerdas que te hablé de Storgk? Aquel animalillo de pelaje suave y grisáceo que Althea adoptó el invierno pasado. Ha crecido un montón. Cuando lo recogí no era más que un pequeño bulto con forma de lobato y patas demasiado grandes para su tamaño. Ahora le han crecido las orejas, su pelo es más brillante y azul, casi celeste, y me llega casi a la altura de las rodillas. También come muchísimo. Como las provisiones son escasas aquí, las Ièries hemos tenido que fraccionar nuestras raciones para poder alimentarle, sobre todo cuando el tiempo era más crudo y la caza se reducía casi a la nada por los alrededores.

Hace tres noches, Storgk volvió de su paseo nocturno con un regalo para nosotras. Se le veía contento, y muy cariñoso, y creíamos que habría encontrado una hembra de su especie hasta que el animal se acercó lo suficiente a las tiendas para que pudiésemos distinguir a una niña sentada en su lomo. No tendría más de cinco años, tenía la piel muy morena y los cabellos cobrizos con brillos dorados trenzados hasta las caderas.

Al principio no sabíamos que hacer. Tú entenderías la situación, es una niña Tjarlhem que apareció en el campamento Rhadërn montada en uno de los animales que acostumbraban a merodear por aquí. Los soldados temían que se hubiera escapado, y su aparición en nuestra base supusiera un ataque de los bárbaros antes de lo esperado. Teniendo en cuenta que nuestras tropas tampoco se habían recuperado del todo, el resultado podría haber sido desastroso.

Al final, después de unos días intentando comprender el idioma de la niña, se hizo patente que los Tjarlhems no nos atacarían para recuperarla. Aún hoy la mantenemos en el campamento, a salvo de los peligros que envuelven los valles de Thyal. Zoe, la más pequeña del grupo, ha sido la encargada de cuidar de la pequeña. Hemos aprendido mucho gracias a ella, y parece que hemos conseguido enseñarle algunas cosas básicas de nuestra lengua.

Las tardes más calurosas, mientras merendábamos al aire libre, descubrimos que Storgk y la chiquilla se habían cogido tanto cariño que era casi imposible separarlos. Juraría que Althea estaba celosa del triunfo de su mascota, pero cuando los dos corrieron a abrazarla en medio del prado no pudo disimular la ilusión. La verdad es que la Tjarlhem no confiaba en nosotros. Las Iéries parecíamos asustarle menos que los soldados, pero aun así nos costó muchísimo que dejara de esconderse cuando nos acercábamos.

Ayer por fin conseguimos que nos dijera su nombre. Se tocaba el pecho con su minúsculo puño cerrado, y repetía “Deirdre” una y otra vez. No sabíamos lo que quería hasta que repitió lo mismo con Zoe y con Irene. También nos enseñó el nombre que le daban a la raza de Storgk, algo así como Gwningen. Ahora me resultará más fácil llevarte uno cuando vuelva.

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