El anciano apartó con delicadeza la mano de la niña, alejándola de la pequeña cajita de madera oscura que reposaba en la repisa de la chimenea.
- Pero, abuelo, ¿Qué hay dentro?
El hombre se rascó el mentón, pensativo. Sujetó a la pequeña de la cintura y la llevó hasta el sofá de piel que, de forma extraña, quedaba de cara al fuego en vez de a la ancha televisión.
La sentó encima de sus piernas, de manera que los ojos de la chiquilla pudieran observar con claridad la caja de madera.
- Esa cajita la dejó alguien muy especial, justo antes de marcharse…
- Pero, ¿Qué puso dentro abuelo?¿Que hay?
- Los pedazos, pequeña.
Con aire ausente, el viejo salió del cuarto, dejando a la muchachita de 7 años sola en el sillón. Sonriendo al ver que nadie se lo impediría esta vez, se sujetó con una mano a la repisa, y poniéndose de puntillas, cogió con las puntas de los dedos la cajita de madera que antes no había logrado mirar.
Cuando la abrió, una sonrisa como solo puede tenerla una niña, se pintó en sus labios ante el descubrimiento.
Corriendo, fue en busca del anciano, que aun descansaba en el balcón.
- Mira abuelo!! Pude arreglarlos!!!
Carta abierta a tercero de la Eso
Hace 5 años