Ana pintaba.
Siempre le había gustado, desde niña, cuando admiraba las gráciles pinceladas de su madre mientras daba vida a miles de obras que luego acabarían apiladas en un rincón del desván.
Con ellos se había enamorado de los colores, de las luces, las sombras que emergían decididas de sus pinceles al crear frente a sus ojos todas aquellas maravillas. Y había seguido su ejemplo.
Todas las mañanas, con un lienzo colocado pulcramente sobre el caballete se sentaba frente a la ventana abierta y recogía su paleta de óleos para comenzar a trabajar.
Cerraba los ojos y visualizaba cualquier cosa. Un paisaje, una granja, un pueblo, una ciudad. Lo que fuera con tal de poder pintar.
Y su mano certera sujetaba el pincel con ligereza, lo deslizaba sobre la tela y trazaba con pulcritud pequeñas y finas líneas que formaban los detalles. Un poco de blanco para las luces. Negro mezclado con otros colores para definir las sombras.
Perfecto.
Bostezó y se llevó la mano a la boca, sin darse cuenta de que aun llevaba en la mano los instrumentos manchados de rojo carmín. El cielo de su cuadro era muy diferente a lo que podía ver a traves de los cristales, mas gris, mas oscuro. Mas triste.
Se preguntaba si algun día sería capaz de pintar como lo hacía su madre, de plasmar en sus dibujos todo lo que sentía al empuñar la paleta. Soñaba con un cuadro anónimo, un cuadro que pudiese competir con los grandes artistas que poblaban los museos de arte de las ciudades. Pero no era capaz de arrancar de su mente el miedo al fracaso.
Aquella pintura se sumó a muchas mas en algun rincón del ático de la vivienda familiar. A la mañana siguiente tenía que llevar al niño a la escuela, ir a la oficina y pasar toda la mañana recogiendo llamadas y citas para el dirigente del bufete de abogados donde trabajaba.
Con tanto stress era normal que no pudiera pintar.
Se tumbó en la cama, con los ojos oscuros abiertos y mirando al techo pintado de blanco, al lado del hombre profundamente dormido que roncaba medio enredado entre las sábanas. Una sonrisa triste anido en sus labios al girarse para verle, abrazarle y dejarse llevar al mundo onírico con la cabeza apoyada en su hombro.
”La niña de cinco años miraba con una curiosidad infinita las manos de su madre al deslizarse por la tela blanca del lienzo. Ella se observó a si misma, 25 años antes, y los ojos se le llenaron de lagrimas al comprender lo que había perdido desde entonces.
La inocencia, la pureza de su mirada, había dado un paso mas al frente, con el miedo, la experiencia, la decepción.
Por eso, pensaba, por eso no pintaba, por eso sus manos parecían atadas a aquel tiempo en que todo parecía mejor, en que no temía perder nada. Sus puños se cerraron con fuerza a ambos lados de la cadera, y se mordió el labio al comprender que aquello era algo de lo que jamás se podría librar.
O si.
A su lado notó una presencia extraña, y dio un respingo al hombre que se sentaba junto a ella, cubierto por ropas tan negras que se difuminaban con las sombras del jardín. Su rostro estaba al descubierto, y sin embargo, su mente no conseguía reconstruir sus rasgos para reconocer la identidad del desconocido.
- Yo puedo ayudarte.- Le dijo en voz baja, dejando caer las palabras como gotas de lluvia en verano.- Puedo ayudarte a pintar.
- ¿Quién es usted?.- Preguntó alarmada, sin entender como había podido aparecer un extraño en un sueño.- ¿De donde ha salido?
- Eso no importa, Ana, lo que importa es que puedo protegerte del miedo.- El hombre se levantó y la miró con sus ojos etéreos.- Dame la mano, y el fracaso no podrá rozarte de nuevo. No volveras a fallar, te lo prometo. Solo te pedire a cambio un sueño.
Ana le miró largo rato sin saber que hacer. No entendía. ¿Como era posible que un desconocido de un sueño le ayudara a no tener miedo, a no perderse a si misma por el camino? ¿Como, a cambio de un mísero sueño?
Pero entonces vio su mano, y supo que decía la verdad. Ya no le parecio tan extraño el hombre sin rostro, ni las palabras incoherentes que pronunciaban sus labios en el centro de su imaginacion. Y, sin pensarlo mas, estrechó su mano y cerró el trato, le entrego lo que quería a cambio de una vida de tranquilidad y alegría, sin fracasos que la persiguieran durante el resto de su existencia."
Se despertó temprano a la mañana siguiente, sin guardar recuerdo alguno del sueño de aquella noche.
Se despertó tranquila, con una sonrisa en los labios y ganas de empezar el día, de ir al trabajo y demostrar que podía hacer mas cosas que coger el telefono a un fiscal corrupto y prepotente.
Se levantó y caminó hacia la ventana, como muchas otras veces. Y cogio el pincel, y la paleta...y los tiró directamente al cubo de la basura.
- Mamá, ¿hoy no pintas?.- El niño de cabellos castaños y alborotados observaba sorprendido como el caballete y el lienzo a medio terminar acababan tambien el en contenedor que reposaba justo delante de la puerta principal.
- ¿Pintar? No...- Se rascó la nariz, como si hubiese olvidado algo importante.- Creo que voy a dejarlo del todo.
Carta abierta a tercero de la Eso
Hace 5 años