Hermana, temo que esta sea la última carta que te escriba.
No te asustes, estaré bien, no ha ocurrido nada grave. El General ha prohibido a los mensajeros salir del campamento Radhërn debido al aumento de los ataques de los bárbaros en los alrededores de los Lagos Etéreos.
No estamos seguros de a qué se debe esta actividad inusual, pero parece bastante plausible que los Tjarlhems estén intentando capturar vivos a nuestros soldados para obligarles a desvelar la posición de las tiendas de los comandantes. Todo aquel que haya vivido una guerra sabe que un ejército sin líder es como un hormiguero sin reina.
La pequeña Deirdre sigue al cuidado de Zoe, que no la pierde de vista un solo segundo. Ha aprendido a hablar un poco nuestro idioma y ya sabe expresarse como cualquier otro niño de su edad, así que resulta mucho más fácil comunicarse con ella. Nos ha contado cómo llegó al campamento, siguiendo a Storgk desde su aldea natal. Parece ser que los Tjarlhems están divididos en varias tribus, y solo dos de ellas son las que luchan contra nosotros. A la familia de Deirdre la asesinaron por no prestar ayuda en las batallas.
Ahora, gracias a las pequeñas cosas que nos ha ido enseñando la pequeña y a la información que nos facilita sobre los diferentes clanes Tjarlhem, parece que la lucha comienza a decidirse en nuestro favor. Cada vez somos menos las Ièries necesitadas en los campos de batalla, porque los guerreros bárbaros evitan el enfrentamiento directo, y estamos más dedicadas a la protección mágica del perímetro o, aquellas con la habilidad, de curar a los heridos que vuelven de las misiones.
Althea acaba de entrar en nuestra tienda. Lleva a Storgk con ella, cada día está más grande. Espero que pronto deje de crecer, o tendremos que salir nosotras para que pueda dormir guarecido. Ya casi mide lo mismo que yo.
Les he mandado a las demás tus saludos. Están todas deseando verte, y poder contemplar lo mayor que te has hecho en nuestra ausencia. Yo les he contado como cuidas de Madre mientras no estoy, y que te ocupas de mis responsabilidades en el templo. Estamos todas muy orgullosas de ti, Ianthe.
Desde hace unos días no tengo nada que hacer, así que me estoy tomando mi tiempo para escribirte por última vez. El General ha dado tanto tiempo de tregua para enviar paquetes como yo necesite para terminar. Así que de vez en cuando, mientras salgo a por más tinta o a cambiar la pluma de cuervo con que escribo, soldados de todo el campamento vienen a asegurarse de que aún me quedan cosas por contarte. Resulta un poco irónico, ¿no crees?
Aparte de esto, lo único en lo que puedo ocupar el tiempo es reforzando la barrera de niebla que nos envuelve, ya que es mi elemento esencial. Tengo suerte de que los valles de Thyal parezcan estar siempre hundidos en la bruma, y mi magia es mucho más efectiva que la de cualquiera de las demás Ièries.
Como ya no podemos salir, mis excursiones en busca de rarezas que poder llevaros a Madre y a ti han finalizado sin que encontrara nada lo suficientemente peculiar para que llamase mi atención.
Hace dos noches me escabullí de la tienda con Althea y Storgk, y nos fuimos a dar un paseo por las orillas de los lagos. Sé que fue peligroso, y que podía habernos caído una buena reprimenda de habernos visto algún soldado. Pero no te imaginas la belleza de las aguas cuando las estrellas no salen para iluminar el cielo. Solo con la luz de la luna, los peces nacarados que nadan en las profundidades de los Lagos Etéreos lanzan destellos que los hacen parecer de plata.
Pensé en llevarte uno hace mucho tiempo, pero no he encontrado ninguna pecera para poder atraparlos.
Cuando la pequeña Tjarlhem supo que quería llevarte algo, me llevó a la zona más apartada del campamento, cerca de las laderas de las montañas. Allí, en unas cuevas tan oscuras como los ojos del Ávyssos, viven unos minúsculos seres que tejen sueños con los hilos del ocaso. No estoy segura de cómo lo consiguió, pero tengo guardado en mi arca un vestido precioso de tintes iridiscentes. Lo hicieron para ti, porque ella se lo pidió.
Estoy deseando que acabe esta guerra para poder entregártelo con mis propias manos, hermana, porque sé que te encantará cuando lo veas. Estoy segura de que una vez te lo pongas, te quedará como una segunda piel.
Espero volver pronto.