sábado, 24 de octubre de 2009

Ironías del destino

Colocó los documentos en orden meticuloso y abrió con los dedos la persiana que cegaba los grandes ventanales de su despacho. Su secretaria contestaba el teléfono con una sonrisa tan falsa como las uñas de manicura francesa que adornaban ostentosamente sus bien cuidadas manos de pianista.

Se arregló la chaqueta y la corta falda que formaban parte del caro traje de firma que llevaba puesto aquel día, combinando exquisitamente con un par de zapatos negros de tacón de aguja que realzaban su figura alta y delgada, y una blusa de impoluto blanco con prominente escote.

Un par de pasos la situaron frente a un espejo de forma ovalada y enmarcado con remaches de cobre que hacían de soporte contra la pared. Un retoque de pintalabios rojo oscuro, destacando su volumen y sensualidad; lápiz negro en los ojos rasgados, realzando sus rasgos finos y exóticos; y por último, un poco de maquillaje en la frente y las rosadas mejillas, destinado a devolver la uniformidad y limpieza a su rostro mas bien pálido.
Sencillamente perfecta.

Se peinó con los dedos el cabello negro y liso, hasta la altura de su pecho, y abrió la puerta con resolución. Frente al escritorio de Anna, su ayudante, esperaba una pareja madura, no demasiado contenta. Un niño de cinco años, a su lado, trataba de asomar la cabeza por encima del escritorio al tiempo que aferraba fuertemente la mano de su madre.

Carraspeó sonoramente para llamar la atención de los presentes, aunque sabía a ciencia cierta que la rubia ni se inmutaría siquiera al oírla. Y así fue.
- Por favor, pasen por aquí.- Invitó en voz alta, haciéndose a un lado para facilitar la entrada a la oficina.
- Gracias.- Respondió el hombre sin mirarle a la cara.
Pasó el primero, seguido de su mujer, que cabizbaja, aun sujetaba al pequeño de la mano. Pero en el último momento, la muchacha apoyó la mano derecha en el hombro del niño, impidiéndole pasar.
- Lo siento, pero él debe esperar aquí. Le atenderán bien.

Miró atrás con elegancia, y con un gesto ordenó a una joven de porte adolescente que se acercase. Esta no se hizo esperar, y se agachó junto al chiquillo sonriéndole con simpatía.
- Íkara , llévalo a la zona infantil.
- Claro.- Respondió jovial, y se alejó con él por los pasillos.
- Le atenderán bien.- Repitió mirando a la madre con una sonrisa en los labios.

Volvió al interior del despacho, desde donde le observaba el matrimonio. Los analizó visualmente, fijándose detenidamente en cada detalle, pero a primera vista ninguno daba muestras de sentirse culpable. Así que había dos opciones: o eran inocentes, o mentían muy bien.
- Sentaos por favor.- Dijo señalando las dos sillas, y rodeando la mesa para ocupar su lugar.- Bueno. La fiscal me ha dado los informes de la policía, el historial clínico del niño y algún que otro documento mas sin demasiada relevancia.- Explicó pausada sacando una carpeta color malva.
- ¿Me van a quitar a mi niño?.- Era la primera vez que oía hablar a la madre, temblorosa, huidiza.
- No es necesario Sra. Jonshon, si me dice la verdad y ambos colaboran en mi trabajo.- Ella asintió nerviosa.
- No hemos hecho nada, no tenemos nada que ocultar.- La voz del marido, en cambio, revelaba una ira y urgencia que se preocupaba mucho por ocultar.
- Claro que no Sr. Jonshon.- Sonrió.- Pero tendrá que contarme paso por paso el accidente de su hijo.
- Si, si.- Se rascó el mentón, mirando al techo.- Estábamos en la plaza, paseando...
- En el parque. Debajo de casa.- Repitió su esposa.
- Eso he dicho joder. Estábamos en el parque, paseando, y pasó un niñato con un monopatín.- Chasqueó la lengua en señal de desprecio.- Ya sabe, esos chavales del demonio que van con su patinete a toda velocidad por las plazas, da igual que haya críos...si, da igual...

Hacía anotaciones mientras observaba el comportamiento de aquel hombre al relatar su historia. Demasiada lucidez para un borracho como él. Podía oler el Whiskey desde el otro lado de la mesa.
Sus labios se estiraron automáticamente, confiriendo a su rostro un aura limpia y amigable.
- Tranquilo. Cuéntame, ¿Qué pasó después?
- Pues eso... Aquel idiota se resbaló y ese trasto le dio a Nicky en la cabeza, él es pequeño y se cayó...
- Hay...un...pequeño desnivel al lado del camino...
- No tan pequeño. Nicky se cayó y se rompió el brazo, ya se lo dije a los médicos.
- Aham. Entiendo.

Claro que entendía. Entendía que aquel cabrón había llegado a casa borracho, como muchas otras noches. Que había ido derecho a la cocina, tambaleándose, con la firme intención de violar a su mujer, como tantas veces lo había hecho. Pero aquel día algo debió salir mal.
El niño debió despertarse por el ruido, o tal vez simplemente para ir al baño o a beber agua, y había ido corriendo por el pasillo para darle la bienvenida a su padre.

El primer golpe tuvo que ser fuerte. El enfermero de la ambulancia dijo en su declaración que el pequeño presentaba magulladuras en la cara y el labio inferior roto, como de un puñetazo. También habían hallado moratones en el tórax y una costilla astillada, además del brazo roto, lo que sugería que lo habían lanzado escaleras abajo de una patada en el abdomen.

El sonido del teléfono la sacó de tan grotescos pensamientos. Pidió disculpas, levantando la vista del cuaderno, y descolgó.
- Aquí Jade....Si.....Vaya! Quien lo hubiera pensado....Aham.Ya....¿Con quien?....Hum....Comprendo....Si, iré lo antes posible....ya...haré lo que pueda....bien....Adiós.
Apretó el botón rojo del aparato antes incluso de separarlo de su oreja. Colocó en su sitio el inalámbrico y se levantó.
- Tendrán que perdonarme.- Se disculpó de nuevo con una sonrisa.- Pero me ha surgido algo ineludible.- Alineó la carpeta al milímetro con los documentos que había estado ordenando, cerró el cuaderno y colocó el bolígrafo perfectamente recto en el cubilete con los demás.- Si me acompañan por favor, pediré a Íkara que traiga de nuevo al niño y podrán irse cuando quieran. Mi secretaria Anna les llamará para concertar una cita la semana próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario